NOTAS CRITICAS:
Al
decir de Bonfil Batalla “El uso exclusivo de indicadores biológicos, conectado
estrechamente con la concepción del indio en términos raciales, resulta
obsoleto dada la amplitud de la miscigenación ocurrida entre poblaciones muy
diversas –entre sí y dentro de cada una de ellas–, lo que hace que en América
todos resultemos mestizos.” Econtramos la primera falacia, al
igual que otros muchos, el autor evita a toda costa, enfrentar el racismo, y el
argumento más fácil, recurrir al argumento de la miscigenación, evitando
contrastarlo con el mismo hecho biológico, de la dominancia genética que
permite igual suponer, que no sólo por este factor biológico, sino por el hecho
de la exclusión social, la marginación y el racismo, la recuperación del índice
de crecimiento de las poblaciones indígenas, se ha dado exponencialmente, sobre
una base endogámica; de ello da cuenta por ejemplo el historiador Galo Ramón V.
en su obra “La Resistencia Andina Cayambe 1500 – 1800”; al igual que los
recientes estudios sobre genética poblacional en la región andina llevado a
cabo por la Universidad de Zaragoza[2].
Igualmente Bonfil Batallas argumenta
que “Sin embargo, todavía en las últimas décadas se publicaron sesudos ensayos
en los que sus autores pretendían caracterizar biológicamente a los grupos
indígenas, o más aún, clamaban en contra de la confusión de la raza indígena
con una clase social, lo que «sólo lleva a tergiversaciones interesadas de las
cosas y dificulta la clara comprensión del problema, porque elimina,
artificialmente, uno de sus términos principales: el de raza, que juega en él
un papel preponderante» (Mendieta y Núñez, 1942: 67-68). En los Estados Unidos
la definición legal de indio incluye todavía consideraciones sobre el
porcentaje de sangre indígena de los individuos (Beale, 1955) (2).” Pero en realidad sste
argumento es válido en la medida en la que estamos hablando al decir del
intelectual aymara, katarista – indianista, Carlos Macusaya, de un “sujeto
racializado”[3]; de
igual manera José Carlos Mariátegui, marxista dialéctico, no tiene ningún
reparo en considerar que a más de una lucha de clases, en los andes se está
dando una lucha de razas; de esta manera nuevamente Bonfil Batalla, deja de
lado otro de los argumentos centrales de la lucha indígena.
Bonfil
Batalla se refiere igualmente a que “El criterio lingüístico es el más frecuentemente
usado para las estimaciones censales de la población indígena. Sin embargo, el
uso de lenguas aborígenes no resulta tampoco un indicador suficiente; un país
como el Paraguay presenta un ejemplo extremo de la falta de adecuación entre el
sector de la población hablante de un idioma indígena y el grupo social
denominado indio, ya que el 80% de los paraguayos hablan el guaraní y sólo el
2,6% de la población total es considerado indígena (3). En general, en
todos los países hay un sector de indios que no hablan la lengua aborigen, así
como un número de hablantes de esas lenguas que no son definidos como
indígenas. Ambas situaciones no se componen sólo de casos individuales sino que
pueden referirse a comunidades enteras.” Pero el argumento es deleznable, es una ínfima
población no indígena que en los andes al menos se ha preocupado por razones
culturales y quizás comerciales, aprender el idioma indígena, en los más de los
casos, ha habido una política etnocida en relación con el idioma, y una
castellanización forzosa, que ha llevado a una pérdida paulatina del idioma de
los pueblos indígenas, que evidentemente se refleja en los censos.
Bonfil Batalla abunda en el argumento
de que “La cultura, en el sentido globalizante que se da a ese término en
antropología, ha sido el criterio más favorecido para basar en él la definición
de indígena. Los indios, se dice, participan de culturas diferentes de la
Europa occidental, que es la cultura dominante en las naciones americanas.” Y de hecho el factor
cultural tiene extrema importancia en la consideración de la identidad de los
pueblos, en ello hay factores originarios, como sutiles adaptaciones de la
cultura dominante a la raíz originaria; pero en suma la cultura continúa siendo
el fiel reflejo de las formas comunitarias y en mucho agrícolas de producción y
de vida; en este caso igualmente el reflejo cultural de las sociedades
cazadoras y recolectoras, va igualmente a matizarse con los elementos
culturales señalados; pero en definitiva el papel principal de la identidad de
los pueblos originarios, es su resistencia a la dominación ideológica, política
y económica de las sociedades blanco mestizas de origen europeo; y la
disimilitud de condiciones culturales de los diferentes pueblos en América, es
igual un pírrico pretexto, para no considerar la gran unidad sociocultural de
pueblos originarios que han sido sometidos históricamente a genocidio,
etnocidio exclusión, y marginación y que se prolonga en la República y en mucho
en la época contemporánea.
Y más adelante nuevamente Bonfil
Batalla acumula a la negación del hecho primario y cierto de la dominación
racializada que sufrió y sufren las poblaciones indígenas, al cohonestar los
argumentos académicos que pretenden tergiversar la realidad de las condiciones
históricas estructurales de las poblaciones indígenas, al pretender
convencernos de que por el solo hecho de ser indios “estaban peor equipados que
otros grupos para la convivencia dentro de la sociedad dominante, por lo que
resultaban ser el sector más explotado”… y por “que conservan algunas
características de sus antepasados en virtud de las cuales se hallan situados
económica y socialmente en un plano de inferioridad frente al resto de la
población” … craso argumento de los intelectuales colonialistas de américa, que
pretenden trastocar al análisis. No es por el hecho de ser indígenas que
resultan ser explotados… sino que habiendo sido explotados, marginados, y
discriminado es que se les ha reducido a las peores condiciones de
inferioridad!!!
Bonfil
Batalla al decir que “La denominación exacta varió durante los primeros tiempos
de la colonia; se habló de «naturales» antes de que el error geográfico
volviera por sus fueros históricos y se impusiera el término de indios. Pero, a
fin de cuentas, lo que importa es que la estructura de dominio colonial impuso
un término diferencial para identificar y marcar al colonizado.” Olvida de hecho o de
facto, que la categoría de natural, implicaba en mucho “animalidad” como
traslució en el debate en la misma Europa sobre la humanidad o no del indio;
argumento que sirvió para el más cruel exterminio y explotación de millones de
indígenas al inicio de la invasión europea.
Sobre la aparente situación homologa
entre la situación del indio y del negro en América en la época colonial, el análisis de José
Carlos Mariátegui sobre la población afroamericana, al menos en los andes, se
diferencia del análisis de Bonfil Batalla, Mariátegui señala que en la escala
de dominación, la población negra se asimila fácilmente al estatus del
conquistador y ejerce una política de hostigamiento e incluso represión sobre
los pueblos indígenas; en ello cabe el hecho de que el mestizaje con la
población negra se fraguó de otra manera y en diferentes condiciones que con la
población indígena.
Sobre las “lealtades parroquiales” a
las cuales se vio subsumida la población indígena; si bien es cierto las
particularidades que señala Bonfil Batalla sobre la “fragmentación de las
lealtades previas”, no es menos cierto, que los continuos y permanentes
levantamientos indígenas, renovaban estas “lealtades previas” y las proyectaban
incluso en espacios regionales como en el caso del levantamiento de Tupak
Amaru.
Finalmente sobre la situación dialéctica
de la relación entre “colonizador – indígena” y la desaparición de los dos
polos de la contradicción, al revertirse la situación colonial en América, tal
vez Bonfil Batalla no considera la dialéctica interna del “colonizado –
colonizador” y que en muchos casos ha implicado, no la desaparición de la
contradicción sino el trastocamiento de las relaciones de poder, el colonizado
en el papel del colonizador y el colonizador en el papel del colonizado,
aspecto que ha sido tratado en otro ámbito en la obra de Paulo Freire
“Pedagogía del Oprimido”.
Por lo demás Bonfil Batalla aporta
elementos señeros en la consideración del papel del mestizo en la estructura de
dominación colonial y posteriormente republicana e igualmente en clarificar la
distinción esencial entre indio y etnia; y la relación dialéctica entre indio y
colonizado.
Lautaro Villavicencio G.
Ecuador 17 de noviembre del 2016